miércoles, febrero 14, 2007

EL PORTALITO SEÑALA....

Portalito
Amores y desamores mochitenses
José Refugio Haro


El amor-desamor de los mochitenses por su historia es una característica sociológica que parece fundarse en su origen migratorio de motivaciones primarias por la comida, en la influencia de la forma de vida norteamericana proyectada por los colonos de Albert Kimsey Owen y por los ingenieros que trajo Benjamin Francis Johnston a encargarse de la producción de azúcar en el ingenio que fundó cerca de 1903, y en una formación cultural por educación en escuelas con metas y mentalidad para formar cuadros profesionales de enfoque capitalista.

Por eso cuando al amanecer de 2007 se dio la demolición de las casas de la singular Colonia Americana del ingenio azucarero, el estupor fue sólo de unos cuantos diletantes o creadores del arte regionales.No obstante, al escucharse el grito de protesta del puñado de gente que se apostó frente a lo que quedaba de las casas, mucha gente se sumó, aunque fuera solamente con su firma, a la demanda de parar las acciones del capitalismo salvaje sobre uno de los hitos de la breve historia de esta ciudad.

Las autoridades municipales, comprometidas por la precaria acción ciudadana, tuvieron no obstante que rectificar el papel complaciente y quizá cómplice en la demolición que ya había iniciado de antes. El problema de la leve manifestación de la sociedad mochitense es que quizá pronto los empresarios del ingenio saquen en conclusión que la protesta ya no es significativa por el indudable desgano que se aprecia en la población respecto a las acciones convocadas por el minigrupo activo y entonces lleguen a atreverse a continuar su plan de devastación.

Los mochitenses generalmente ponderan el orgullo de su ciudad, de su región, de su historia. Empresarios que viven del turismo se rompen el vestido destacando su amor por la historia de esta ciudad, pero llegado el caso llegan ellos mismos a atentar contra el patrimonio histórico, como sucedió a finales del año pasado con la casa que se encontraba en la esquina de Rosendo G.Castro y Antonio Rosales, junto al museo. Pero, incluso los no empresarios, gente del común de los mochitenses que hacia fuera defienden con pasión lo correspondiente a su ciudad, han mostrado mínimas reacciones a los llamados a defender el patrimonio cultural luego de la casi total demolición de las casas de la Colonia Americana.

El carácter de inmigrantes de la mayoría de los mochitenses, la mayoría descendientes de quienes primero llegaron a asentarse en el caserío que circundaba al ingenio azucarero de Johnston, les niega la prosapia espiritual de los pueblos viejos, que aman y defienden su origen, su formación, su creación, su presente y su futuro. Las escuelas de todos los niveles de la localidad han forjado esa ignorancia ilustrada de los mochitenses, que sabe mucho del mundo actual y muy poco de sus raíces; que quiere mucho a las exquisiteces que brinda la tecnología y la modernidad, y siente poco el palpitar del espíritu. En ese panorama se debate la suerte de lo que queda de las casas de la Colonia Americana, con unos empresarios capitalistas que se frotan nerviosamente las manos, ansiosos de culminar su obra destructiva que es preámbulo de ganancias económicas, y una autoridad municipal de conducta incierta, que públicamente se presenta como adalid defensor de aquellos vestigios históricos mientras discretamente lleva a cabo negociaciones impredecibles con los legalmente propietarios de las casas.

En 4 meses y medio estaremos dentro de las campañas políticas. Para entonces seguramente cada uno de los partidos que ahora guardan un ominoso silencio querrán erigirse en paladines defensores de la historia de Los Mochis. Pero para entonces podría no haber ya ni escombros de la Colonia Americana.

FUENTE: NOROESTE

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