domingo, abril 27, 2008

EL "PATRIMONIO HUMANO" DE LOS MOCHIS

Portalito

José Refugio Haro

Los arrolladores niños bien

Cuando Benjamín F. Johnston decidió instalar un ingenio azucarero en el predio Los Mochis a principios del siglo pasado, el gobierno federal de Porfirio Díaz le cedió, o le fue cediendo desde entonces, amplias superficies de terreno para facilitar el funcionamiento de aquella prometedora industria de azúcar y alcohol. Eran los momentos del porfirismo y también de la manga ancha a la llegada de inversiones extranjeras sin freno ni condición algunos.

Aquellas áreas de terreno indudablemente estaban etiquetadas como concesiones estrictamente para complementar la operación del ingenio, de ninguna manera se vieron como un regalo para que 100 años después algunos particulares no industriales aparecieran como poderosos latifundistas urbanos capaces de arrollar a las modestas (por decir lo menos) autoridades municipales, haciéndolas que les pongan una alfombra de terciopelo para que en la actualidad puedan vender los terrenos a precios de oro y sin que importe que sobre esos espacios hubiera edificios con méritos para ser considerados históricos y que paulatinamente son convertidos en polvo desde hace al menos dos años.
No han valido llamados a la cordura, ni a una conciencia cívica (por lo que se ve, inexistente, para que esos nuevos dueños de lo que era la colonia Americana, del espacio donde aún puja sus diarios procesos industriales el ingenio y de otros terrenos de mucho valor por su ubicación privilegiada, para que haya al menos una negociación responsable con las autoridades en busca de un trueque que salve lo que queda de la representación histórica de esta joven ciudad.
Algunos de esos descendientes de empleados de la empresa de mister Johnston, que en la actualidad hasta puestos de representación popular han conseguido en el Congreso estatal, han mostrado no tener ningún agradecimiento a la ciudad que los vio nacer, pero sí una ambición sin límites que es también herencia de sus padres.

La inmoralidad heredada facilitó a estos juniors la exitosa negociación que lograron con las autoridades para que les autorizaran el cambio de uso de suelo a los terrenos sobre los que existían casas habitación y así, en su calidad de dueños herederos, pudieran arreglarse con empresas pertenecientes a cadenas del juego y la apuesta, para rentarles a precios fabulosos el espacio en que construyeron esos palacios del despojo a su clientela mochitense y, como consecuencia, la destrucción de muchos hogares y patrimonios de que, como los adictos a las drogas, cayeron en las garras de los juegos de azar.

En lo anécdótico y en lo que se conoce como Leyendas urbanas, se sabe de casos en los que señoras y señores perdieron de la noche a la mañana sus ahorros pensados para el estudio de los hijos, dineros guardados para el pago de hipotecas o de préstamos bancarios solicitados para proyectos torales familiares.

Muchos de esos ?calientes?, endeudados luego de una euforia incontenida de codiciosas apuestas, --se sabe-- tuvieron que huir hacia rumbos desconocidos por sus acreedores.
Esos juniors mochitenses, se dice, son dueños de otros espacios aún no edificados donde actualmente sólo quedaron los abundantes árboles que sombrearon durante casi cien años a las residencias de las familias del personal de confianza del ingenio azucarero que se llamó colonia Americana y que mientras permanecieron cercados estuvieron a salvo de esta depredación juvenil..

Estas generaciones de jóvenes ricos, empresarios por herencia y desalmados negociadores, se han impuesto, lamentablemente, a cualquier ápice de moral política de los gobernantes en turno y a cualquier grito ciudadano de protesta.

Ellos gritaron que iban ?por ti? y por todas las canicas de este juego que parece un entretenimiento macabro de niños?bien.

FUENTE: NOROESTE

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